La otra latitud resultó ser exquisitamente embriagante. El aire era cálido, denso, palpable. Sabía a sal y aceite. Conocí a un hombre aniñado. En él, funjo una divinidad doble de cuidadora y cuidada y no sé por qué ha llegado a ser tan entrañable. Probablemente no sea cierto, y todo esto lo esté imaginando, falsas percepciones que cazan mis pasos.
Lo juzgo fríamente. Él es como las cosas antiguas, funciona para casi toda la vida.
1 comentario:
¡Increíble! No uno, sino dos textos...Parece ser cierto que este lugar no morirá. Bueno su segundo texto, encuentro dos frases que me atrevería a llamar "bonitas".
Saludos y feliz Bloomsday...
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