07 junio, 2009

MISMO

La otra latitud resultó ser exquisitamente embriagante. El aire era cálido, denso, palpable. Sabía a sal y aceite. Conocí a un hombre aniñado. En él, funjo una divinidad doble de cuidadora y cuidada y no sé por qué ha llegado a ser tan entrañable. Probablemente no sea cierto, y todo esto lo esté imaginando, falsas percepciones que cazan mis pasos.

Lo juzgo fríamente. Él es como las cosas antiguas, funciona para casi toda la vida.

NADA

Se desvaneció en la cortina roja, gozando el contacto del momento.

Sin darse cuenta descendía. El beso de la tierra.

Salió del trozo de quinientos días, tan lejanos que pareciera fue hace una fracción de segundo.

Satisfizo los deseos de sus muñones.